PERSONAJES :
LUCRECIA
INES
La obra se desarrolla en la sala de una casa, de un buen nivel social.
- Lucrecia (ENTRAN A ESCENA LUCRECIA E INES Y SE
SIENTAN) Ay Inés, no te imaginas qué cansada estoy,
y es que otra vez tuve insomnio!
- Inés Dímelo a mí que lo he padecido toda mi vida.
- Lucrecia Sí, es terrible. Pero peor que el insomnio, las
pesadillas, y también las tengo con mucha frecuencia.
- Inés Y qué opina el médico.
- Lucrecia Soy tan distraída que siempre que voy se me olvida
decirle.
- Inés. No sería mala idea que se lo mencionaras...
- Lucrecia Claro, la próxima vez que vaya se lo diré. Me desperté
pensando en Pepe. Casi nunca lo recuerdo ni pienso
en él, pero hoy sí. Yo creo que es porque si viviera,
hoy sería su cumpleaños.
- Inés Si ese bombón hubiera sido mi marido, pasaría la vida
llorando su pérdida, y mira tú, que ni te acuerdas.
- Lucrecia Pero te acuerdas cómo me fascinaba cuando lo
conocí. Yo lo veía tan guapo, tan atento, tan
educado, tan simpático. Era el marido perfecto.
- Inés Todas estábamos loquitas por él. Y tú, la primera. Me
acuerdo como cantabas « Pero si bailo con Pepe, con
Pepe no siento ná. » (RISAS DE LAS DOS)
- Lucrecia Fue una época tan bonita. Yo le decía Mi Pichirrorris,
¿te acuerdas?
- Inés Cómo olvidarlo. El pobre estaba morado aquella vez
que fuimos Valeria tú y yo, con nuestros respectivos, y
en el restaurant le dices al mesero: para mí, dos de
pollo con salsa roja y para mi Pichirrorris dos de
barbacoa con salsa verde. Los cinco, porque
Pepe se quedó muy serio, no podíamos terminar de
pedir de la risa que nos dio, y el mesero, con su block
de comandas en la mano, aguantando para no reírse.
(RISAS DE LAS DOS)
- Lucrecia De veras. Fue la risa loca. Pero que memoria tienes,
Inés!
- Inés Y tú, qué pasada eras, Lucky ! Te encantaba hacerle
ese tipo de cosas!
- Lucrecia Sí, me encantaba! Qué lejos quedaron esos días. Tú te
casaste y te eclipsaste, y Valeria se fue a vivir tan
lejos! Hubo momentos en que me hicieron mucha
falta.
- Inés Yo nunca debí casarme con Cristóbal.
- Lucrecia Totalmente de acuerdo. A mí nunca me
cayó bien. Era muy denso.
- Inés Lo que pasa es que no me di cuenta. ¡Éramos tan
inocentes! Yo ya no soportaba a mi mamá, que ya ves
que la traía contra mí, bueno, desde que nací, y me
agarré de él para poder salirme de la casa. ¡Qué
estupidez! Hoy en día, las chicas si viven eso,
se alquilan un departamento ¡y asunto resuelto!
- Lucrecia Bueno, pero no era tan mala persona… ¿oh sí?
- Inés A veces pensaba que hacía las cosas mal porque no
tenía suficientes neuronas, pero a veces tenía la
certeza de que las pocas que tenía, las usaba para
hacerme daño.
- Lucrecia ¿Estás hablando en serio, Inés?
- Inés Sí, estoy hablando en serio. Desde el principio cedí
a sus exigencias, sin saber que yo misma le estaba
dando permiso para que construyera mi prisión.
- Lucrecia Entonces, es por eso que muy poco tiempo después
de andar con él, cambiaste de una manera tan radical
y te alejaste de todos. Y yo que pensaba que
era porque estabas muy feliz y que sólo querías estar con él.
- Inés Es curioso, después de haber estado tan unidas de
chicas, es hasta ahora que nos encontramos de
nuevo y hablamos de lo que fueron nuestras
vidas. De nuestros destinos que tomaron rumbos
tan distintos. Y no era que no quisiéramos vernos, ¡es
que no nos tocaba!
- Lucrecia Es verdad. A Valeria no la volví a ver hasta que
enviudó. Empezamos a retomar la amistad, como
ahora contigo, que se había quedado donde la
habíamos dejado, para encontrarla ahí, intacta, como
si el tiempo no hubiera pasado!
- Inés ¡Es maravilloso! Yo también la vi poco después de
que enviudara, y me sorprendió ver con qué entereza
estaba llevando su vida.
- Lucrecia Sí, ¡admirable! Un día llegué a una de las reuniones
que Valeria empezó a organizar con las amigas, con
lentes obscuros en un día lluvioso de abril. . (SE
RASCA) Les conté que me había caído, y Valeria
insistió en llevarme al médico, pero no quise ir.
- Inés Típico de Valeria. ¡No ha cambiado! Sigue queriendo
ayudar a todo el mundo! Es increíble.
- Lucrecia Así es Valería! Otro día llegué con el brazo amoratado,
porque me volví a caer.
- Inés Ya como para preocuparse, ¿no?
- Lucrecia Hmjm. Y es entonces cuando cambié mi estilo de
vestir: blusas de manga larga, cuellos altos y
redondos, aún para el verano, y pantalones.
- Inés Y así, no más porque sí.
- Lucrecia (LEVANTA LOS HOMBROS, QUERIENDO DECIR NO
IMPORTA, ) Valeria y yo nos vimos, y de pronto me
dijo. Yo creo que nadie se ha dado cuenta, Lucky, pero
yo sí, y esto no puede seguir así; te vas a separar de
Pepe, o si quieres, te hago un pastelito para que se lo
des …
- Inés ¿Valeria? ¿nuestra amiga de siempre, Valeria,
Valiera Mollinari, ¿la doctora?
- Lucrecia ¡Ella misma!!! Yo la miré sorprendida, no podía
creerlo, y le cambié la conversación. Pero no creas,
la idea me empezó a trabajar.
- Inés Noooooooo
- Lucrecia Síiii. Mira Inés, a excepción de unos años, Pepe me dio
una vida espantosa. Ese pánico cuando adivinaba en su mirada que sin poder evitarlo, pronto empezaría a
sentir sus golpes en mi cuerpo, ese querer escapar y
no saber cómo ni dónde, ese deseo de poner fin a mi
tormento ese decirme “ya no más”, esa vergüenza
que te hace callar y no decir nada a nadie, como
si fueras tú la culpable, todo eso, se podría parar
de un momento a otro, ¡gracias a Valeria y a su
pastelito!
- Inés Pero qué locura, Dios mío!
- Lucrecia Un día, después de una golpiza, ya no pude más y
llamé a Valeria Sólo le pregunté: para cuando me lo
puedes preparar, y ella me contestó: mañana mismo
te lo llevo. Estaba tan dolida que empecé a disfrutar
imaginándolo en la cama, tendido, inmóvil para siempre, y hasta pude sentir un poco de pena por él, pero más que la pena por él, sentía una inmensa alegría por mí. Como si te quitaran una espina que
tenías clavada en el corazón.
- Inés No crees que Valeria haya sufrido lo mismo que tú y
que le haya dado también a Pablo un pastelito?
- Lucrecia Pues sí, Inés, la verdad, eso fue lo primero que pensé.
- Inés Nunca, pero nunca, nunca, me hubiera imaginado que
Pepe fuera tan desgraciado. Mira qué pegarte, el muy
perro!
- Lucrecia Fue algo horrible. Ninguna mujer puede ni debe
soportar eso. Ahora, afortunadamente, hay
asociaciones que te ayudan a reconstruir todo aquello
que se pierde cuando la mujer es sometida de manera
tan brutal, y ahí encuentras apoyo y consuelo, y soluciones para poner fin a tu calvario. (SE
RASCA) aunque por desgracia, aún hay muchas que
lo sufren en silencio y no se atreven a romper el
cerco.
- Inés Ni tampoco tenemos por qué soportar a hombres
violentos y autoritarios que quizá no te golpeen, pero
que igual te coartan, te acosan, te aíslan, te aniquilan,
poco a poco, como me pasó a mí.
- Lucrecia Tienes razón, pero también hay que reconocer que
hay hombres respetuosos e íntegros, que no
nos tocaron ni a ti ni a mí, pero que existen...
- Inés Ni a Valeria, por lo que he escuchado.
- Lucrecia Ay Valeria, Valeria y su pastelito. Esa noche, Pepe
llegó tranquilo, aunque ese buen humor que tenía,
así como muchas otras cosas que adoraba en él, ya
no existían. Le ofrecí un café con un pastelito, y lo
aceptó. ¡Se lo llevé con un regocijo! No te imaginas,
Inés. Se lo comió todo y se fue a acostar.
Y yo me quedé con unos nervios...
- Inés No puedo creer que seas tú la que me estás contando
esto.
- Lucrecia Sí, lo comprendo.(PAUSA) De pronto, me empieza el
arrepentimiento. Me lo imaginé acostado,
transparente y tieso, ¡ahí, en mi cama! Qué angustia
Dios mío. No sabía qué hacer, me repetía que cómo
quisiera que el tiempo regresara y que yo no le
hubiera dado ese pastelito. Y es que la culpa te
carcome. Fui al teléfono y le hablé a Valeria. No me
podía contener, estaba como loca y ella diciéndome,
no te preocupes, todo va a estar bien, todo va estar
bien, pero la verdad, lo que me decía ¡no me ayudaba
en nada!
- Inés Por favor, te lo suplico, dame un vaso de agua, porque
esto que estoy escuchando me está materialmente
ahogando. O sea que mis dos mejores amigas son
unas asesinas... (PAUSA. LUCRECIA LE DA EL AGUA,
INES LA TOMA) Qué pasó entonces, cuéntame.
- Lucrecia Ya no pude aguantarme más y fui a la recámara.
(ESTO LO DICE MUY LENTAMENTE). Él no se movía,
me acerqué lentamente y le toqué la cara, estaba
tibia, y de pronto, como un resorte se sentó.
(INES GRITA ASUSTADA) (LUCKY SE ASUSTA DEL
GRITO DE INÉS). Yo pensé: Madre Mía, está
resucitando, yo me quedé perpleja inmóvil, y
entonces él me dijo: “qué te pasa, pendeja!”
Yo temblaba y claro, no supe que contestarle.
- Inés ¿Cómo? ¿no se murió?
- Lucrecia Noooo. Yo no pegué el ojo en toda la noche, pero él
seguía ronca y ronca, como si nada! Me pude dormir
un poquito casi al amanecer, y me despertó
para decirme: qué estúpida eres, ese pastel que me
diste me dio diarrea. Pinche vieja, parece que
lo haces a propósito!” ¡Estaba furioso!
- Inés No me digas. Y yo que ya me estaba acostumbrando a
la idea de que se muriera…
- Lucrecia En cuanto se fue le hablé a Valeria,
-para reclamarle-, y ella en lugar de decirme algo,
se moría de risa. Cuando por fin pudo hablar,
me explicó que el pastelito no tenía veneno, pero
sí purgante. Y que lo que ella quería es que yo
llegara a la conclusión de que pasara
lo que pasara, tenía que dejar a Pepe.
- Inés Aquí hay que admitir que sus métodos no
son nada ortodoxos, pero tal vez sí efectivos.
- Lucrecia Coincidió, porque por esos días, Pepe me anunció que
que le ofrecían un puesto en Belice. Me dijo que
me quedaría bien instalada en mi casa, y que me
daría una pensión para que viviéramos mis hijos y yo.
Ay, pobre Pepe.
- Inés ¿Pobre Pepe???
- Valeria Claro, porque poco después de irse, le dio un infarto
y ahí quedó. Lo bueno es que la que tuvo que
cargar con todos los trámites y el papeleo fue la
amante,
- Inés ¿Amante????
- Valeria Sí, ya la tenía desde hace mucho tiempo y que
se la llevó para allá
- Inés Entonces, ¿Valeria no mató a Pablo?
- Lucrecia Para nada, me contó que fue un excelente marido, y
que fueron muy felices, pero ya ves, se murió muy
joven.
- Inés Debe haber sido muy duro para Valeria.
- Lucrecia Sí, muy duro. En el momento en que Pepe salió de
esta casa, pensé que todo había terminado y que por
fin iba a estar tranquila, pero en realidad, creí que me
iba a morir. Tuve una crisis nerviosa y empecé a tener
dolores de cabeza espantosos, me dolía el pecho, y
empecé a perder la memoria. Sentía un malestar
general y una tristeza muy profunda. Y es ahí cuando
también se agudizaron mis insomnios y mis pesadillas
(SE RASCA.)
- Inés Todos esos síntomas, y hasta la manera de rascarte,
son propios de mujeres víctimas de maltrato. Lo sé
porque lo viví al lado de una amiga. Al verla tan mal, y
sin poder hacer nada por ella, me puse a investigar y
con sorpresa descubrí que eran síntomas
característicos de casos como el tuyo, como el suyo y
como el de tantas otras mujeres, y que aparecen
cuando huyen de una situación de maltrato
permanente.
- Lucrecia Ahora, cuando pienso en eso, me pregunto por qué
no lo abandoné, por qué me quedé con él.
- Inés Porque eso que viviste te paraliza, te debilita, y
no encuentras la fuerza para hacerlo. Porque el que
lo guardes para ti, impide que recibas ayuda para
poner fin a la situación.
- Lucrecia Como quisiera que las mujeres que lo vivimos, nos
diéramos cuenta que siempre hay una salida, que no
lo debemos permitir.
- Inés Eso tendrá que llegar, algún día tendrá que llegar pero
lo que se vive hoy en día es vergonzoso: En un estudio
publicado por la OMS que titularon “las cifras de la
vergüenza”, en algunos países el 71% de las mujeres
de 15 a 49 años declararon haber sufrido violencia
física o sexual, o ambas. Sin contar a todas aquellas
mujeres que no lo denuncian y las que se salen del
rango de los 49 años!
- Lucrecia (SE SIENTA) Esto que me dices es aterrador.
- Inés Opino lo mismo. (PAUSA) y cuéntame, qué está
pasando ahora en tu vida.
- Lucrecia Pues mira, no sé. De mis dolencias físicas, y mi
pérdida de memoria me he ido recuperando poco a
poco. Mis hijos, aunque nunca me he atrevido a
hablar con ellos de eso, bien que se dieron cuenta
de todo. Ellos no se parecen en nada a su padre, y veo
con orgullo que son buenos maridos, buenos hijos,
buenas personas. Y yo, ¿cómo decirte? Voy de café
en café con las amigas, leo un poquito, haraganeo
mucho. A veces disfruto y a veces no soporto
mi soledad, sabiendo que muchas veces es
preferible estar sola que sufrir como yo sufrí.
Me gustaría hacer algo, no sé qué, por ejemplo,
meterme en una asociación de ayuda a mujeres
víctimas de la violencia... ¡Cómo no se me había
ocurrido antes! Lo acabo de decidir. Sí, eso haré.
- Inés Eso es fantástico. ¡Me parece una excelente idea!
- Lucrecia Y ahora cuéntame tú. ¿Cómo es tu vida?
- Inés. Yo, vivo con Eugenio, mi pareja, en un pueblito muy
lindo y pintoresco, que te ofrece mucha paz, y al
no haber tenido hijos, es una bendición haberlo
encontrado en mi vida. Leo mucho, escribo poco,
y nuestro proyecto de vida, es ese: ¡vivir!
- Lucrecia Estupendo... Genial! (VA AL ESTEREO, Y PONE EL CD
DE “CON PEPE NO SIENTO NA”. LAS AMIGAS
BAILAN Y CANTAN).
- Inés (RISAS) Qué divertido! ¡Me encantó! Tengo una idea:
y si ahora nos subimos en tu coche y nos vamos al café del Jardín Principal... y nos comemos... un pastelito?
(RIENDO Y HABLANDO AD LIBITUM HACEN MUTIS)
FIN
13.09.2013
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